Diarios del planeta muestran su rechazo al espionaje
cosechado a lo largo y ancho del mundo. Un espionaje en masa mediante
sofisticados programas informáticos, compuestos de algoritmos con los que
tratamos diariamente una, dos y hasta treinta veces.
La prensa, esclava de sus monolíticas líneas editoriales, ya
han arremetido contra sus dianas predeterminadas; porque, ya se sabe, en veinte
minutos he de opinar de otra cosa diferente y veinticuatro horas tiene un día.
De qué nos vamos a sorprender, si ya en la guerra fría se espiaban unos a
otros, cómo no nos vamos a espiar, señores, que el terrorismo es un asunto de
seguridad nacional…
Y es que, mientras mira su periódico digital, echa un
vistazo la cena de su amigo en el restaurante de turno, le da al me gusta,
opina de lo guapa que está su amiga o busca sus ”zapas”, hay un sofgüeir encargado de saber exactamente
de qué va usted.
Ya sea a su esmarfon o
a su ordenador usted escribe lo que desea, y esos deseos van a varios lugares.
Y sigue usted deseando, que en realidad lo llamamos búsqueda, la información
sigue llegando con su matrícula creando así un perfil, un tanto abstracto pero
un perfil en definitiva. Las multinacionales y los gobiernos, que no son
imbéciles, saben perfectamente dónde se encuentra esa información mientras que
aquellos que la poseen hacen negocio con ella.
Con fesibu la cosa se les pone más fácil, porque les cuento
mi vida y el perfil es mucho más fácil de confeccionar. Luego toda esa
información se procesa, se establecen patrones y a seguir vendiendo.
Dele al laik de
Coca-cola, al de Heinekken, sé tú mismo y diferénciate de la masa. Y
si escribe filosofadas como esta: no se preocupe, al menos tiene a ese señor
con sombrero, gabardina, gafas y bigotes como lector.
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