sábado, 18 de enero de 2014

El poder de la imaginación


De los diez euros que llevas en el bolsillo, ocho no existen.

¿Cómo puede ser esto?
                
                Anteriormente, el dinero representaba una riqueza real; ya sea una moneda de oro, plata o electro (aleación de oro y plata), cuyas características intrínsecas, esto son, escasez, consistencia, calidad y resistencia a la corrosión, permitía fundamentalmente transacciones mercantiles y pago de deuda.

                Posteriormente el dinero pasa a ser fiducitario, del derecho romano fiducia, representa un contrato de buena fe, palabra latina referida a confianza. El dinero se convierte en papel y está respaldado por la reserva de un país, es decir, una riqueza real.

                Pero durante las guerras mundiales del siglo XX, las reservas de las potencias fueron agotándose, con lo cual el finero fiducitario empezó a mostrarse insuficiente para la quimera de la economía global: el crecimiento.

                La muerte del dinero fiducitario tiene fecha exacta, concretamente el 25 de agosto de 1971. La prensa de nuestro tiempo, muy afiliada a las definiciones contundentes la llamó “Nixon Shock”. ¿En qué consiste?

                En sustituirlo por dinero FIAT, del latín hágase, una palabra muy neoliberal que viene a decir que ese dinero existe por decrerto de un gobierno no prometiendo ninguna entrega de valor a su dueño. Con lo cual el dinero vale por ley y no por valor real, visible y tangible. Hay que decir que en el dinero FIAT caben dos distinciones: FIAT real, el dinero de tu cartera; y el FIAT imaginario, el dinero de tu cuenta corriente.

                Pero a estos chicos se les escapó algo, el dinero FIAT valía lo mismo que el dinero fiducitario en ese tiempo. A partir de ahí, y con las crisis se ha ido imprimiendo dinero sin control ni respaldo en base de absolutamente nada. El dinero imaginario ha ido comiendo terreno al real para mantener un sistema que no puede proporcionar el bienestar de todos y la inconmensurable avaricia de muy, muy pocos.

A Goldman Sachs se le llama "la hidra", por su habilidad
 en infiltrarse en las más altas instancias de los Estados.
Cómo es posible que en un sistema financiero de hombres serios, de trajes caros y lenguaje oscuro, que detrás de toda esa argamasa de fachada los y nos sustente un dinero imaginario, algo intangible que no tiene traducción real, física y empírica, esas personas racionales y competentes, acostumbradas a lidiar con números, comprender lo incomprensible para la mayoría de los mortales, audaces y temerarios con grandes cantidades de dinero, de repente se pongan a creer en hadas y duendes y perder la cabeza. El poder trastoca la realidad, la percepción de lo real se diluye y nadie puede explicar esta tomadura de pelo que la gente de a pie no quiere entender.

Lo cierto es que al hablar de esto con otras personas, se comportan con una convicción absoluta en un sistema que empezó a funcionar no hace más de cuarenta años, pero lo consideran como un paradigma milenario, infalible y autorregulado desde lo cenitalmente mágico. Hipnotizados por todo lo que tenemos alrededor, edificios monumentales, prestigiosos, emblemáticos, esos señores omnicognoscentes que nos guían en este camino pedregoso hacia el progreso y el crecimiento. Pedregoso de caerte veinte veces y seguir creyendo, porque hay que creer, usar la imaginación para imaginarte todo ese dinero, verlo en la pantalla de tu ordenador y decir: ahí está, pero ¿cómo no va a existir eso?, pero ¿cómo vamos a ser tan tontos de huir de la realidad de lo real...? de que el dinero vale cero, y que cero es la suma de todo... confiemos.


Es una crisis de confianza” nos contaban hace cuatro o cinco años, confianza en qué, ¿en esto?.