El próximo 21 de noviembre, se cumplirán cuarenta años de “el partido de la vergüenza”, en el
Estadio Nacional de Santiago.
Corría el año 73, un golpe de estado apoyado por el gobierno
de Estados Unidos, había depuesto al entonces presidente legítimo Salvador
Allende a favor del general Pinochet. Dos meses después, miles de presos ocupaban
los asientos del Estadio Nacional esperando un veredicto sobre sus vidas,
sobreviviendo a las noches que daban paso a los fusilamientos y las torturas,
mientras, sus familiares se agolpaban desesperados a las puertas del
emplazamiento deportivo, esperanzados de oír el nombre de sus allegados por
megafonía. Al mismo tiempo, y con los presos delante, los miembros de la FIFA
paseaban sobre el mimado césped para dar el “ok” al partido del día 21.
Rusia, adversario de Chile, dijo “no” a jugar. Chile sí
salió al campo, de rojo, fueron pasándose la pelota, sin rival enfrente, y gol.
Mundial de 1978, Argentina, mientras el general Videla ejercía
su reconocido terrorismo de estado, la FIFA bajaba la mirada ante los
asesinatos y torturas, presos paseados en coche sobre calles que a golpe de “gol”
olvida a sus artistas, deportistas, abogados… mientras, el régimen repartía
calcomanías en las que se podía leer “los
argentinos somos derechos y humanos”, cinismo en grado máximo. A sabiendas
de todo esto, la FIFA proporcionó una pantalla para maquillar el terror.
Casos como este aún tenemos que soportar, como el mundial de
Qatar. A la FIFA le da exactamente igual, mientras su maquinaria se aprovecha
de un deporte que genera miles de millones de euros al año. RESPECT nos dice… anuncios con los niños
de Benetton y ale, a seguir generando ingresos.
La Federación Española de Fútbol no quiere quedarse atrás, y
sigue el ejemplo FIFA. Guinea, un país que, según amnistía internacional, viola
de manera sistemática los derechos de su pueblo y, de paso, aquellos que por ahí se encuentran; se la
premia con un partidazo. Que los guineanos sepan de parte de quién está la roja. Y nosotros a ver el partido que
estrenamos indumentaria. Los índices de audiencias darán el veredicto sobre la
categoría moral de nuestro país.
¿Cómo podemos permitirnos el lujo de hablar de libertad si
mentalmente no lo somos?